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martes, 20 de abril de 2010

EL GUARDIÁN DE GADES

A continuación os presentamos el cuento creado por Víctor Martínez y que ha obtenido el primer premio de su categoría en el concurso de cuentos " POETA GARCÍA GUETIÉRREZ". Esperamos que os guste. Podéis dejar vuestra opinión en comentarios. Gracias

El Guardián de Gades
( por Víctor Martínez 2º C)


La Muerte avanzaba hacia mí. Se me abalanzaba, montada sobre su corcel volador. Negro. Oscuridad. Así es como una vida se acaba. Puede ser consecuencia de la guerra entre dos reinos, por una venganza personal o simplemente porque te descuides, tropieces con una piedra y te mueras; pero el caso es que la Muerte siempre está al acecho para llevarte y sumirte en la oscuridad eterna.
Bueno, no era así como pretendía comenzar la historia de mi vida, precisamente con mi muerte, pero como necesito que lo comprendáis todo voy a empezar desde el principio.
Mi nombre no importa, pero el pueblo fenicio me llama “El Guardián”. Mi misión es muy importante: Me coloco en el extremo Oeste de la ciudad de Gades y vigilo si vienen enemigos desde los confines del mundo. En tal caso, hago sonar una campana tan fuerte que se oye en alta mar.

Os preguntaréis quiénes son esos enemigos tan temidos por nosotros, los fenicios; pues son los atlantes, los malvados humanos que vienen desde la Atlántida. Si nunca habéis oído hablar de la Atlántida, debéis de saber que es un isla en el fin del mundo, de la que no hay retorno. Sólo los atlantes y algunas bestias viven allí. Hay seres misteriosos con tres ojos y unas alas membranosas, que se alimentan de pescado, y también hay un depredador con un pelaje que cambia de color según su estado de ánimo o para camuflarse y emboscar a la presa. Todo esto lo sé porque antiguamente el pueblo fenicio tenía muy buenas relaciones con los atlantes, y cada cuatro primaveras ellos venían a Gades para intercambiar productos, ya que en la Atlántida no tenían espacio para cultivar, y exclusivamente se podían alimentar de pescado.
Los atlantes tienen una tecnología muy avanzada, con esos rayos de fuego y sus corceles de piedra, que andan sin patas. Pero pronto no se contentaron con su pequeña isla y empezaron a atacar a otras ciudades fenicias. Y precisamente por ese poder y esa tecnología pronto las ciudades y sus habitantes quedaron sometidas o aniquiladas. Únicamente quedó Gades, como un reducto de fuerza rebelde.
Pero un día, apareció entre la bruma un barco atlante, con su casco duro como el granito de las murallas de Gades. Rápidamente di la alarma, para que interceptaran al barco blindado que se acercaba desde alta mar. Cuanto más lejos de la ciudad se desarrollara la batalla, mejor, porque si lograban penetrar estábamos perdidos.

Salió del puerto una flota con nuestros mejores barcos. Se acercaron al gigante, que era unas tres veces mayor. Le lanzaron flechas, mientras yo lo observaba todo desde lo alto de la muralla. El gigante ni se inmutó ante nuestro ataque. De los flancos del barco atlante surgieron dos tubos cilíndricos, que centelleaban ante el sol matutino. Un estallido como un trueno y uno de nuestros barcos se fue a pique. Otro estallido y otro barco a pique. Nadie comprendía que es lo que pasaba, y que eran esos estallidos. Nuestra flota se encontraba en el fondo del mar, y el gigante atlante se acercaba impasible para aniquilar lo que quedaba de resistencia rebelde. Entonces recordé lo que me había dicho mi padre, el antiguo Guardián, antes de morir: “Si alguna vez Gades esta en un peligro inminente, ve al templo dedicado a la diosa Astarté y dile a la sacerdotisa que ha llegado el momento de usar el poder de los dioses. Este secreto se ha transmitido de padres a hijos, y todos los Guardianes hemos deseado que nunca tengamos que hacer uso de él.”

Había llegado el momento. Bajé las escaleras corriendo y fui al templo. A todas las personas que se cruzaban en mi camino les decía: “¡Se avecina una batalla!¡Cojan a sus hijos y salgan por la puerta Norte!”.Al llegar al templo, la sacerdotisa me dijo:

- Te estaba esperando.
- Yo te estaba buscando. Ha llegado el momento.- le contesté.
- Lo sé. Sígueme.

Me condujo hasta una sala misteriosa, y allí me entregó un báculo.
- Haz un buen uso de él.- me dijo.

Le di las gracias y me marché a lo alto de la muralla. El gigante estaba a escasos cincuenta metros de mí. No sé por qué, pero aunque nunca me habían enseñado a usar el báculo, sabía exactamente lo que tenía que hacer. Empecé a invocar a los dioses en fenicio antiguo:
ю ћў џюќчјчїху тѓ ѕẅ ћъьџ ґђẁ Йкѕ щζ(Traducción: ¡Oh, gran diosa Astarté, dame tu fuerza y poder para combatir el mal!)

Lancé un rayo contra un casco del barco, pero rebotó en esa quilla tan resistente que tenía, que podía partir mil barcos y seguir sin un sólo rasguño. Comprendí que por la fuerza no le iba a vencer. Creé una ola de tal magnitud que tapó el sol durante unos instantes y rompió contra el gigante marino. Se hundió, pero los tripulantes lograron salir, montados en sus caballos de piedra, que flotaban sobre el agua. La ola siguió mar adentro. Ahora, aunque esté muerto, he averiguado, gracias a la sacerdotisa que algunas veces contacta con el mundo de los muertos, que mi gran ola sumergió a la Atlántida bajo las aguas.

Me planté en medio de la puerta de entrada a la ciudad. Pasarían por encima de mi cadáver. Lancé rayos a diestro y siniestro. Sólo quedaba un guerrero y me iba a embestir o a matarme con sus armas que hacían agujeros en la carne, a más distancia que cualquier arco, lanzando unos objetos más pequeños que una piedra. No me daba tiempo de lanzar un rayo mortífero. Rápidamente, contacté mentalmente con la sacerdotisa y le dije que iba a morir, pero que Gades estaba a salvo. Esquivé la primera embestida. Le lancé un rayo y lo herí de muerte pero aún así siguió luchando. La segunda embestida,y no tenía fuerzas para esquivarlo.

La Muerte avanzaba hacia mí. Se me abalanzaba, montada sobre su corcel volador. Negro. Oscuridad. Así es como una vida se acaba. Puede ser consecuencia de la guerra entre dos reinos, por una venganza personal o simplemente porque te descuides, tropieces con una piedra y te mueras; pero el caso es que la Muerte siempre está al acecho para llevarte y sumirte en la oscuridad eterna.

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